VIAJE A BIELORRUSIA

Hay muchas formas de viajar, una es hacer turismo, por ejemplo, visitando los sitios más visitables y haciendo las actividades más típicas y explotadas. No critico, en ningún caso, esta forma de viajar, yo misma la he usado en muchas ocasiones. Pero hay otro tipo de viajes que se interiorizan más y que te llevan al auténtico conocimiento del lugar visitado. Para ello hay que mezclarse con sus gentes, hay que adoptar sus costumbres, comer su comida y moverse tal cual lo hacen ellos cada día. Tengo la suerte de haber vivido una experiencia inolvidable y única en un país que nada tiene que ver con viajes turísticos, hoteles, excursiones programadas... Bielorrusia no tiene sitio para turistas, solo para viajeros en busca de una auténtica experiencia. Así fue la mía contada hace unos años tras mi regreso a España

"Más de tres mil kilómetros nos separaban de ellos, de su mundo, de su forma de vivir. Una distancia que ahora ya parece insignificante. ¿Qué son tres mil kilómetros frente a los lazos que llegan a crearse? Partimos de Sevilla con el miedo de ver lo que no queríamos ver, pero con la ilusión de devolver, a nuestra manera, todo lo que ellos, a la suya, son capaces de ofrecernos. En Bielorrusia hemos encontrado esos contrastes que hicieron aún más especial el viaje. Al sur de este país, casi en la frontera con Polonia y Ukrania, existe una aldea, Manchiki, idéntica a las miles de ellas que salpican toda su geografía. El campo y los animales son el sustento para las familias que habitan este pequeño pueblo. En una de esas casas viven Alena y Dimitri, dos hermanos que ya forman parte de nuestras vidas. En este lugar escondido entre los miles de bosques que cubren todo el país, nos sumergimos en otro mundo. No hay agua corriente, ni alcantarillado, ni saneamiento, ni asfalto, ni coches… La máquina del tiempo parece habernos llevado 50 años atrás, sobre todo para personas urbanas como nosotros. A las 6 de la mañana comienza la actividad en esta casa. Hay que ordeñar a las vacas, sacarlas a pastar, dar de comer a los cerdos, a las gallinas y a los pavos. También hay que sacar agua del pozo para cocinar y limpiar, así como organizar la comida del día. Las mujeres toman las riendas de la casa para vivir o para sobrevivir. La vida allí es difícil, pero eso no les hace infelices. Todos tienen que aportar su granito de arena para que la familia pueda comer cada día. La abuela, los niños, la madre… por compartir, comparten hasta dormitorio. La intimidad ha quedado relegada a un segundo plano. Cuando hay poco, todo se comparte: un tazón de sopa, una silla, un abrigo, una cama… Convivir con estas familias es cambiar unas necesidades por otras, es perder el miedo a lo simple, a lo sencillo. Para Irina, la madre de estos niños, cada día es un nuevo reto. Su sueldo, apenas una décima parte del nuestro, no da para comprar lo que para nosotros son productos necesarios. Ir al mercado es todo un lujo, pero estos días el ansia de agradecimiento convierte en una fiesta su mesa. Patatas, setas, sopas, el otoño, e Irina, nos regalan sus mayores tesoros. Vivir en esta aldea, aunque sólo haya sido por unos días nos recuerda eso de que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. El calor de la familia ha suplido con creces el frío de ese invierno que estaba a punto de entrar. También nos recuerda que lo más valioso que pueden recibir es pasar su tiempo junto a nosotros, tener unas merecidas vacaciones que les dan salud y cariño. Nosotros desde ahora sentimos que los tres mil kilómetros que nos separan de Bielorrusia están a la vuelta de la esquina, en un lugar muy cercano donde el cariño es la máxima expresión de su gratitud. Nunca en mi vida escuché tanto esta palabra: GRACIAS."

(Boletín Nº 63 Enero-Junio. Hermandad de Los Panaderos)

Comentarios

  1. Unas bonitas lineas, me ha gustado mucho leerte.

    Me acaba de llegar la visa, mi pareja es bielorrusa y en 10 días viajamos para allá, ella para ver a su familia y yo para conocerla, la verdad es que cada vez tengo mas ganas. Siempre me gusto viajar, la mayoría de las veces hemos viajado a la aventura, siempre intentando recorrer el país visitado en la medida de lo posible, sabiendo donde aterrizábamos e intentando salir desde el otro extremo del país para la vuelta, recorriendo y pernoctando las noches que nos apeteciera en las ciudades que mas nos gustasen, pero este viaje es especial.

    Espero sacar muchas sensaciones, al fin y al cabo es de lo que se trata.
    Saludos y te deseo que tus pasos te lleven por los caminos deseados.

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