DESCUBRIENDO DUBROVNIK (CAP. II)
Perdí la noción de las horas y no se si es 12, 13 o "yoquesé" de agosto. Pocas, muy pocas, pero que muy muy pocas horas después de cerrar los ojos suena el despertador, bueno la despertador, esa voz firme y amable que te desea los buenos días al otro lado del teléfono en cualquier buen hotel que se precie de serlo. "Buenos días, son las 3:30 de la mañana", buenos días, o buenas noches da igual. Hay que levantarse, vestirse, bueno la verdad es que los tres nos hemos acostado vestidos para ahorrar trámites. La peor parte o la mejor, según se mire, se la lleva nuestra revoltosa que tiene que pegarse el madrugón, pero conseguimos que en brazos de papá y mamá, los dulces sueños se prolonguen un rato más. El "madruga-transfer" parte del hotel y nos deja en El Prat a eso de las 4, una hora antes de la hora estimada a la que debíamos aparecer por el mostrador de facturación, pero eso también nos trae alguna que otra ventaja:
1. No hacer mucha cola en el mostrador
2. Dar con una azafata simpática que nos obliga a deshacer las maletas en sus narices porque ambas tenían que pesar igual, no vale que una pese 18 y la otra 28, tampoco vale que una pese 20 y la otra 26, "el máximo por maleta son 23 Kgs.", da igual que vayan juntas, da igual que sean de la misma persona, da igual que el peso quede compensando, da igual que el orden de los factores no altere el producto, da igual que tengamos que sacar peso de una y meterlo en otra delante de todo el mundo... En fin que hay quien sabe hacer su trabajo, muy pero que muy bien.
3. Que no haya ni una cafetería abierta en la zona alta de las puertas de embarque y que cuando por fin abren una tengamos que comer a toda pastilla para poder embarcar.
4. Que el avión tenga que hacer cola en la pista de despegue por la gran afluencia de vuelos, el nuestro pidió la vez y a esperar turno más de 30 minutos.
Ya veis que son todo ventajas. Pero al margen de estas salvedades el vuelo, de nuevo, ganó tiempo y apenas notamos el retraso en la llegada.
En el aeropuerto nos estaba esperando el marido de Rafaela (nuestra casera) con un cartel con mi nombre. Así lo habíamos acordado vía e-mail. Nos llevó directamente a su casa, donde habíamos reservado una habitación. Allí estaba Rafaela, una mujer muy amable y servicial que nos abrió literalmente las puertas de su casa, ya veréis hasta qué extremo. La habitación no es muy amplia, pero está limpia, cuidada, y tiene una terraza estupenda con una vistas increíbles a la ciudad antigua de Dubrovnik.
Ducha, cambio de ropa y con todo el día por delante nos marchamos a recorrer la ciudad. Estamos cerca del centro así que, carrito con bebé incluido, echamos a andar escaleras abajo. Si no lo había dicho antes, lo digo ahora, el calor era sofocante.
Recorrimos los puntos más emblemáticos de Dubrovnik: La Puerta de Pile, La Fuente de Onofrio, el Monasterio Franciscano, la Calle Placa, el Palacio de Sponza, la Iglesia de San Blas, el Palacio de los Rectores, la Catedral, el Puerto Antiguo... Dubrovnik es una ciudad preciosa, pero tiene un gran problema, está excesivamente sobrecargada de turistas, la inmensa mayoría desembarcan de los "nosecuantos" cruceros que hacen escala en la ciudad croata. Desde mi punto de vista tendría muchísimo más encanto si no fuera invadida literalmente por los "cruisers", al menos por tantos a la vez. Pasear por las calles es como pasear por un parque temático, aunque cuando la tarde va cayendo, también cae el número de visitantes y la ciudad gana en atractivo.
Superadas las horas de calor afrontamos nuestro recorrido por las Murallas, son 2 kms. de recorrido en los que se pueden contar hasta 700 escalones, desistimos por tanto de nuestra idea de subir el carrito, así la peque en bracitos y nosotros a echarle valor. Dejamos aparcado el baby-vehículo e hicimos poco más de la mitad del recorrido, lo que nuestros brazos y piernas nos permitieron a nosotros y a cualquier ser humano que tenga que bregar con el puro nervio de nuestra hija. Aún así, las vistas bien merecen la pena. El resto de recorrido lo dejamos para otro momento. Recordemos que hoy nos hemos levantado a eso de las 3:30 de la mañana.
Decidimos regresar a nuestro hogar (al menos la casera así nos lo hace sentir) en bus, aunque la operación se verá frustrada por una tardanza agotadora del dichoso Nº3, sobre todo por el puro nervio infantil que nos obliga a tomar un taxi (cuyas tarifas no son prohibitivas). Después de cenar nos sentimos como en casa y tras caer en la cama dormimos los tres como benditos, sobre todo nuetro pequeño angelito (por lo menos cuando duerme). Mañana será 14 de agosto y por supuesto, tenemos planes.
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ResponderEliminarCuando dices esto: "3. Que no haya ni una caferetría abierta"... ¿que es una CAFERETRÍA?...lo añado al diccionario de Laura.
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