LOKRUM Y DUBROVNIK DE NOCHE (CAP. IV)
Es 15 de agosto, domingo y también festivo en Croacia. ¡No puede ser! ¡A esta niña no hay quien la canse! Después del palizón de ayer otra vez nos hace de despertador a eso de las 7 de la mañana. En fin, es nuestra y la queremos tal y como es, pero bien podía dejarnos alguna horita más de sueño. Imagino que lleva eso de viajar en la sangre y nos avisa de que ya dormiremos cuando lleguemos a casa, que no podemos desperdiciar el tiempo, ¡qué estamos en Croacia!
Después de remolonear un poco (bueno, cerca de 3 horas), de desayunar, vestirnos, etc., etc., etc., etc., etc.....nos planteamos el día de la siguiente forma: primero visitar la isla de Lokrum, a pocos kms. de Dubrovnik, luego terminar el paseo por la muralla de la ciudad antigua que nos quedó pendiente y más tarde darnos un paseo en un barco con apariencia de carabela, el “Karaka”. Cuando por fin arrancamos con toda la parafernalia ¡BINGO!, está lloviendo, pero no 4 gotas, sino lloviendo, lloviendo. Cambio de planes, vamos a buscar un hipermercado para comprar las cosas que nos hacen falta para la niña, y ya veremos como termina el día. Encontramos un Konzum en la zona del puerto (ya pensábamos que no existían supermercados en esta ciudad) y cuando salimos con las manos bien cargadas de bolsas, el sol brillaba, podemos decir que incluso a mala leche. Con el coche cargado decidimos dar un paseo por la ciudad antigua en plan tranquilo, a ver si hoy, como han llegado menos cruceros, podemos hacer alguna foto decente del casco viejo. Como la suerte está de nuestro lado, aparcamos en un sitio estupendo cerca de la Puerta de Ploce.
Después de remolonear un poco (bueno, cerca de 3 horas), de desayunar, vestirnos, etc., etc., etc., etc., etc.....nos planteamos el día de la siguiente forma: primero visitar la isla de Lokrum, a pocos kms. de Dubrovnik, luego terminar el paseo por la muralla de la ciudad antigua que nos quedó pendiente y más tarde darnos un paseo en un barco con apariencia de carabela, el “Karaka”. Cuando por fin arrancamos con toda la parafernalia ¡BINGO!, está lloviendo, pero no 4 gotas, sino lloviendo, lloviendo. Cambio de planes, vamos a buscar un hipermercado para comprar las cosas que nos hacen falta para la niña, y ya veremos como termina el día. Encontramos un Konzum en la zona del puerto (ya pensábamos que no existían supermercados en esta ciudad) y cuando salimos con las manos bien cargadas de bolsas, el sol brillaba, podemos decir que incluso a mala leche. Con el coche cargado decidimos dar un paseo por la ciudad antigua en plan tranquilo, a ver si hoy, como han llegado menos cruceros, podemos hacer alguna foto decente del casco viejo. Como la suerte está de nuestro lado, aparcamos en un sitio estupendo cerca de la Puerta de Ploce.
Volvimos a subir los “tropecientos escalones” que llevan hasta la famosa puerta de Ploce y decidimos comer en un restaurante recomendado por la Guía de Viajes del País Aguilar. Se llama Tabasco y es una pizzería que también nosotros recomendamos después de probarla. Nos pedimos cada uno una pizza, craso error al comprobar el tamaño, pero con la paciencia y el buen saque de mi consorte apenas quedaron restos en el plato. Recomiendo la Pizza Dubrovnik cuyo ingrediente especial es la rúcula fresca. El precio también muy bueno, unos 10 € por persona.
Con el hambre saciada para una semana, por lo menos, fuimos hasta el puerto antiguo para tomar el ferry a la isla de Lokrum. Fuimos con el carrito sin problemas y en apenas 10 minutos ya estábamos en esta islita.
Es algo así como un parque periurbano, habilitado para los visitantes. Está lleno de pavos reales, pero literalmente lleno. Estos animalitos fueron el entretenimiento de nuestra peque. Primero los persiguió, les chilló y finalmente acudió a nosotros asustada cuando ellos le devolvían el saludo. Un episodio realmente simpático que hace reír a mamá, a papá y a todo aquel que pasa por delante.
Pero el otro gran atractivo de esta isla es la posibilidad de bañarte prácticamente en cualquier rincón, eso sí, con la precaución de no entrar sin darte cuenta en las áreas habilitadas para el nudismo. El bañito nos sentó de maravilla, sobre todo a la enana que disfrutó como eso, como una enana. Agua limpia, cristalina, del famoso verde-azulado tan característico de Croacia. Estuvimos un buen rato chapoteando, hasta que decidimos dar una vueltecita por la isla.
Lo más curioso, el llamado Mar Muerto, un pequeño lago en mitad de la isla. También rodeamos un monasterio que preside el centro de Lokrum. Volvimos hasta el embarcadero para no perder el último ferry que partía sobre las 7 de la tarde.
Quisimos cerrar la tarde con un buen helado y un nuevo paseo por la ciudad. Tras volver a subir las escaleritas (y lo digo con “rintintín”) para volver a nuestro coche aparcado extramuros, nos fuimos a casa.
Hoy por ser un día especial (todos los son, pero había que buscar una excusa), decidimos salir a cenar fuera. Queremos conocer también la ciudad iluminada por la noche, aunque algo habíamos visto, ya que tenemos unas vistas privilegiadas desde la terraza de nuestra casa.
Cochecito en mano y niña en brazos, afrontamos el reto de bajar a pie hasta el centro. Eso sí con el convencimiento de subir en autobús, en el dichoso Nº 3 que el primer día dejamos por imposible. La ciudad de noche cambia por completo, pasa de albergar a una multitud bajo un sol de justicia, a albergar una multitud en un ambiente más fresco. Pero sigue siendo encantadora. La verdad es que disfrutamos mucho el paseo y la cena en este ambiente. La peque se lo perdió porque sus ojitos ya no podían resistirse más a Morfeo, pero nosotros nos dejamos embaucar por los músicos que tocan en cada esquina, por los preciosos edificios iluminados... En fin, otra visión diferente, pero igualmente peculiar y encantadora.
Comentarios
Publicar un comentario