EXPLORANDO LA RIVIERA DE MAKARSKA (CAP. VI)

Ya estamos a 17 de agosto y seguimos disfrutando del aire croata y de las buenas vistas que nos regala la costa Dálmata. Esta será, probablemente, la última vez que admiremos desde este mismo punto la ciudad de Dubrovnik. Por la mañana, bien temprano, los tejados adquieren un color casi dorado que nos embelesa. Tenemos que recoger nuestras cosas del que hasta ahora había sido nuestro hogar para mudarnos hasta otra base estratégica, esta vez en Dalmacia Central, concretamente en la Riviera de Makarska, en un pueblecito llamado Tucepi. Como anoche dejamos todo casi recogido, nos levantamos con la tranquilidad que nos permite la señorita despertador, desayunamos en la terraza que hasta este momento había sido nuestro mirador particular y nuestro lugar favorito para debatir los planes venideros. Nos despedimos de Dubrovnik, de la perla del Adriático y, por supuesto, de nuestra casera Rafaela, no sin antes agradecerle su amabilidad y asegurarle que recomendaremos este alojamiento cuando regresemos a España.

El plan del día estaba claro y era bien sencillo: Dubrovnik-Tucepi, habíamos decidido prescindir de la visita a Mostar, porque aunque nos hacía ilusión, todo hacía indicar que el camino se iba a hacer interminable y que la peque nos expondría todo su repertorio de llantos, lloros, quejas, etc. Imaginad que nuestro viaje en principio de poco más de 100 kms. y que se suponía que debía durar 1 hora y media, finalmente nos tomó cerca de 2 horas y media. Aún así, como casi todas las carreteras croatas que bordean la costa, el viaje fue precioso, paramos en un par de ocasiones a tomar unas fotos. Nos encantó nuestro paso por el Valle del Neretva. Se trata de un valle muy verde en el que paramos a ver unos lagos preciosos color turquesa. Este mismo río es el que divide en dos la ciudad de Mostar, así que nos conformamos con eso.





Alrededor de la 1 de la tarde llegamos a Tupeci. Toda esta zona es algo así como la Costa Azul francesa, o la Costa del Sol española, pero sin tanta aglomeración. Aquí es más dificil topar con compatriotas, pero al menos vemos las tiendas plagadas de camisetas de la selección española, algo es algo.



Tucepi es un pueblo de pocas casas y pensábamos que no nos costaría encontrar el “hotel”, puesto que sabíamos que estaba en alto y que desde él se divisaba el mar. Pues estábamos muy equivocados, El Hotel Varvodic parecía un edificio fantasma, aparecía y desaparecía cada vez que los buscábamos con la vista. Después de varias vueltas, de preguntar, de bajarnos del coche... por fin dimos con él y ¡Sopresa! No se parece en nada ni a lo que nos imaginábamos, ni a lo que habíamos visto por Intenet. En primer lugar la accesibilidad era nula, el mar está a 150 metros, pero nadie nos dijo que los 150 metros son en línea recta y en vertical. La habitación es enorme, pero la luz del baño debe estar las 24 horas encendida porque no hay forma de apagarla, Internet funciona casi a pedales, y ¡TAN-TA-TA-CHÁN! Estas son nuestras maravillosas vistas al mar por las que habíamos pagado un suplemento.



En fin, que el chasco fue bastante grande, entre el calor, el hambre y el tiempo perdido buscando el alojamiento, todo lo veíamos muy negro. Parece que en su día construyeron esta casa con pensamiento de hacerlo todo a lo grande, pero el resultado no fue el esperado y el edificio y las habitaciones están dejadas de la mano de Dios. Pero bueno, estamos en la costa croata, en la Riviera de Makarska y seguro que en unas horas lo vemos todo de otro color.

Decidimos dar de comer a la niña en la habitación y luego marcharnos a hacer nuestro paseo de reconocimiento y comer algo. Son ya más de las 3, así que acabamos cerca del puertecito deportivo del pueblo comiendo Lasaña y Pizza. La comida no está mal, ni tampoco el precio.

Hoy hace mucho viento y el agua está más revuelta que de costumbre, hicimos el intento de bañarnos, pero habíamos olvidado las zapatillas y meterse en el agua descalzo en estas costas es una auténtica locura, sólo apta para “faquires”. Cambiamos el baño por un recorrido la mar de agradable por el paseo marítimo. Tiendas, bares, heladerías, en fin, lo propio de un sitio de estas características, pero todo esto en un marco incomparable, a los pies del Monte Biokovo, una reserva natural que atrae a numerosos amantes del montañismo.

Tras el paseo tomamos el coche y nos plantamos en Makarska, el pueblo que da nombre a toda la Riviera. La verdad es que no tiene nada que ver con Tucepi. Es mucho más grande, más pueblo, más turístico, más todo. Tuvimos nuevamente suerte y aparcamos junto a la Catedral de San Marcos.







Dimos una vuelta por el puerto lleno de barcos, veleros y pequeños cruceros. Nos llamó la atención un barco que llegaba muy animado con música, gente bailando y con pinta de estar pasándolo muy bien. Nuestra idea para los próximos días era visitar Hvar y Brac, cada día una isla. Pensábamos hacerlo en Ferry regular y con nuestro Skoda, pero haciendo números y viendo cómo disfrutaban los pasajeros del citado barco, sin darnos cuenta acabamos con un pasaje para ese mismo barco para dos días después. La verdad es que el recorrido del barco pasaba por las dos islas que queríamos ver e incluía la comida. Aún así seguía siendo más barato que ir por nuestra cuenta. Así que, aunque con la incertidumbre de cómo llevará la niña eso de la navegación, nos decantamos por esta original excursión marítima.

Tras salir del puerto sonrientes y con la emoción de hacer algo diferente seguimos con nuestro paseo por Makarska. Fuimos hasta la playa, donde vimos atardecer.



Luego recorrimos un mercadillo, lleno de puestecillos de ropa, complementos y mil tonterías, de esos que tanto nos gustan y en los que rara vez compramos algo. Ahora le toca también el turno a la benjamina, así que encontramos un parque lleno de columpios, juegos infantiles y muchos, muchos niños. Dejamos que se divirtiera correteando y haciendo amigos, aunque con el genio que se gasta pocos se atrevían a contradecirla. Estuvo un buen rato disfrutando en este concurrido parque. Como no había quien la agotara hubo que cortar por lo sano y nos marchamos en busca de algún restaurante donde comer. La oferta es realmente amplia, nos decidimos por uno junto a la playa en el que pedimos una ensalada de atún y un plato de lo que nosotros conocemos como chanquetes, eran parecidos a los que comimos en Mjlet, pero los de la isla estaban infinitamente más ricos. La peque tras el bibi cayó rendida, así que nos marchamos hasta donde habíamos aparcado el coche para volver a Tucepi que se encuentra a unos 4 kms. de Makarska.

Con esto de haber fusionado la visita a Hvar y Brac en un solo día, hemos ganado una jornada ¿qué podemos hacer mañana? Pensamos que lo mejor será relajarnos, disfrutar del mar y tener un respiro que bien nos hace falta.



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