PARQUE NACIONAL DE MJLET (CAP. V)
Suena el despertador, bueno nuestro pequeño, ruidoso, pero adorable despertador. Un “ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma” me hace abrir los ojos y comprobar que ya es de día. Así que yo le correspondo con un “pa-pa-pa-pa-pa-pa”, para que su padre no se prive de estas vistas de la ciudad a horas tan tempraneras. Además, hoy había que levantarse pronto de todas maneras porque a las 8 debemos partir hacia el puerto.
Hoy tomamos un ferry que nos llevará hasta Mjlet. Nuestra idea es visitar el parque natural durante todo el día. Tomamos la complicada decisión de llevar el carro de bebé y también la mochila porta-bebé. Esto de viajar con niños requiere un rodaje que todavía estamos por hacer. Como no sabemos lo que nos vamos a encontrar nos llevamos ambas cosas (además de la nevera con la comida, la bolsa con sus cosas, nuestras mochilas...). Vamos en coche hasta el Puerto. El Ferry que lleva a Mjlet es sólo de pasajeros y se coge en Gruz a unos 4 kms. de nuestro alojamiento. Esta vez la suerte también está de nuestro lado y encontramos aparcamiento justo delante de la zona de embarque. Volvemos a tentar a la suerte y aunque la zona parece de “pago por horas”, dejamos el vehículo sin ticket alguno. Encontramos una fila de personas esperando delante de la taquilla. Pero lo bueno de estas cosas es que acabamos hablando hasta con las piedras. Nosotros hicimos amistad, sobre todo la peque, con un brasileño, Fabiano, que nos acompañó, junto a su novia, todo el viaje. También conocimos a un tipo muy peculiar, una especie de Locke (para los que hayáis visto la serie Perdidos) que nos contó (en inglés) sus peripecias por el mundo, entre ellas cómo había hecho el Camino de Santiago desde la ciudad francesa de Lión. Entre historieta e historieta, llegamos a la taquilla y compramos el ansiado billete que en poco más de una hora nos llevaría Mjlet.
Hoy tomamos un ferry que nos llevará hasta Mjlet. Nuestra idea es visitar el parque natural durante todo el día. Tomamos la complicada decisión de llevar el carro de bebé y también la mochila porta-bebé. Esto de viajar con niños requiere un rodaje que todavía estamos por hacer. Como no sabemos lo que nos vamos a encontrar nos llevamos ambas cosas (además de la nevera con la comida, la bolsa con sus cosas, nuestras mochilas...). Vamos en coche hasta el Puerto. El Ferry que lleva a Mjlet es sólo de pasajeros y se coge en Gruz a unos 4 kms. de nuestro alojamiento. Esta vez la suerte también está de nuestro lado y encontramos aparcamiento justo delante de la zona de embarque. Volvemos a tentar a la suerte y aunque la zona parece de “pago por horas”, dejamos el vehículo sin ticket alguno. Encontramos una fila de personas esperando delante de la taquilla. Pero lo bueno de estas cosas es que acabamos hablando hasta con las piedras. Nosotros hicimos amistad, sobre todo la peque, con un brasileño, Fabiano, que nos acompañó, junto a su novia, todo el viaje. También conocimos a un tipo muy peculiar, una especie de Locke (para los que hayáis visto la serie Perdidos) que nos contó (en inglés) sus peripecias por el mundo, entre ellas cómo había hecho el Camino de Santiago desde la ciudad francesa de Lión. Entre historieta e historieta, llegamos a la taquilla y compramos el ansiado billete que en poco más de una hora nos llevaría Mjlet.
Llegamos al pueblo (por llamar de algún modo a una pequeña fila de edificios) de Polace, donde los romanos construyeron un palacio imponente del que apenas quedan unas ruinas. Mjlet es la isla más meridional de las islas grandes de Croacia y está separada de la Península de Peljesac por un canal. Antiguamente era una etapa importante en las rutas marítimas y hoy en día una tercera parte de ella se ha convertido en Reserva Natural y Parque Nacional.
La Isla es preciosa para recorrerla a pie, en bicicleta, pero la cosa se complica cuando llevas un carrito de bebé. Nuestra idea era dejarlo en alguna consigna y llevar a la niña en la mochila, pero ni en la Oficina de Información Turística ni en la oficina del propio Parque Natural se hacen cargo del vehículo. Así que pactamos con un restaurante que si nos guardaban el cochecito luego iríamos a recogerlo y ya almorzaríamos allí. El trato debió de parecerles bien, así que con el carro aparcado en lugar seguro afrontamos nuestro recorrido por el Parque.
A la entrada nos recogió una furgoneta que nos dejó en el primer punto de interés. Allí tomamos aceleradamente un barquito abarrotado de gente en el que apenas tenemos sitio, a la chica la ubicamos en el lugar más privilegiado, con las mejores vistas y la mejor brisa marina.
El barco nos llevó a través del llamado Veliko Jezero, un enorme lago salado comunicado con el mar por un pequeño canal.
Desembarcamos en una pequeña isla donde se encuentra el Monasterio de Santa María. Se trata de un monasterio benedictino del S.XII, reformado a comienzos del XVI, que albergó un hotel entre 1961 y 1991 y que ahora está reformado. Es increíble cómo pudieron construir en un lugar tan remoto un edificio como este. Desde luego que los monjes encontrarían aquí la paz espiritual.
Para salir de la islita es necesario tomar otro barco. En esta ocasión cogemos el que nos lleva a uno de los rincones que más nos gustó. Se trata del Mali Jezero, el lago más pequeño comunicado con el grande por otro canal. La niña no aguantaba más y en la propia mochila se quedó dormida. En un entorno tan idílico como este colocamos las toallas en el suelo, a la sombra de un pinar y dejamos que disfrutara plácidamente de una siestecita. Nosotros aprovechamos para darnos el correspondiente chapuzón por turnos. El lugar es sin duda de ensueño, estamos en un pequeño paraíso. El agua está templada, turquesa y rodeada de una verde y frondosa vegetación, lo dicho un lugar paradisíaco, en el que nos hubiéramos quedado durante horas.
Cuando la niña se despertó no quisimos privarla de un baño en un lugar como este. Así que, como ella no pone muchas trabas al plan, la metemos en el agua para que chapoteara un rato. Se lo pasó en grande en estas aguas tranquilas y templadas.
Para no esperar al siguiente barco, decidimos hacer el resto del camino andando por los senderos que rodean el lago. El paseo de 1,5 kms. fue muy agradable y nos permitió tomar bonitas imágenes del entorno. Llegamos al lugar donde debíamos tomar el autobús de regreso a la puerta de entrada al parque. Pero como faltaba media hora para que saliera optamos por seguir haciendo el camino a pie. Esta vez tomamos un sendero más sinuoso que nos obligó a subir una montaña y aunque el camino se hizo un poco duro, sobre todo al cargar con la niña a cuestas, el resultado final mereció la pena y el ejercicio nos permitió disfrutar mucho más de nuestro almuerzo.
A las 5 de la tarde y después de hacer cola bajo un sol considerable, subimos al Fast Ferry de regreso a Dubrovnik. Como de costumbre la peque no nos da tregua y mantiene entretenido a casi todos los pasajeros del barco. Lo de dormir lo deja como siempre para los momentos más inoportunos. Llegamos al puerto de Gruz todavía de día, así que decidimos coger el coche y plantarnos en varios miradores que habíamos visto días anteriores, desde los que se pueden sacar fotografías panorámicas de la ciudad antigua.
Como aún era temprano regresamos al puerto para tomar un refresco y ver los barcos allí atracados. Nos entretiene mucho imaginarnos haciendo travesías en unos y otros. Soñar es gratis ¿no? Los hay de todos los tipos, yates, veleros... cada uno con su encanto. ¿quien sabe si algún día se materializará alguna de esas travesías imaginarias?
Con las retinas cargadas de buenas imágenes y buenas experiencias volvemos a la habitación para terminar de hacer las maletas. Mañana toca cambiar de casa, nos mudamos a otro hogar.
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