VISITANDO SPLIT, TROGIR Y SIBENIK (CAP. IX)

Alcanzamos el día 20 de agosto y tenemos la sensación de que comienza la cuenta atrás para el retorno a casa, y eso que aún nos quedan los platos fuertes del viaje. Como ya habíamos preparado las maletas la noche anterior, solo tenemos que vestirnos y volver a ocupar nuestro Skoda Roomster para seguir haciendo millas por las carreteras croatas. Hoy nos esperan 154 kms. de sinuosas carreteras, cuyas vistas compensan la pesadez del viaje. Nuestra primera parada será Split, la ciudad famosa por el Palacio de Diocleciano, Patrimonio de la Humanidad. Para cubrir los 67 kms. que nos separan de esta extensa y poblada ciudad de Dalmacia empleamos cerca de 2 horas. La primera impresión que recibimos es de una ciudad grande, con zonas residenciales e industriales. La verdad es que nos alegramos de haber cambiado la planificación inicial del viaje, ya que nuestra primera versión de la Ruta por Croacia incluía 2 días en Split. Para nosotros tienen mucho más encanto otros puntos de la costa. Pero aún nos faltaba conocer el motivo por el que íbamos a parar en Split: el citado Palacio del Emperador Romano. Después de padecer el caos típico de una ciudad con un tráfico intenso, llegamos al puerto, donde aparcamos nuestro coche. Iniciamos por tanto la visita express al recinto. Siguiendo nuestras guías entramos por la Puerta de Oro.




El palacio tiene otras puertas curiosas como la de Plata, la de Bronce o la de Latón. Las callejuelas están literalmente tomadas por los turistas, es difícil hacer fotografías sin que aparezca algún visitante. A pesar de la multitud y del sofocante calor, hay que reconocer que el palacio es asombroso, sobre todo imaginar cómo era en su tiempo. Hoy en día su conservación no parece ser la más óptima, pero merece la pena sobre todo el Peristilo, la Catedral, los Museos, y, principalmente, las callejuelas estrechas y escalonadas. Como la peque se había dormido en el coche hicimos toda la visita al Palacio con ella en el carrito. Ni os podéis imaginar lo que es subir y bajar escalones con esta aparatosa carga. Pero, aun con estos inconvenientes, mereció la pena la visita.









Muy curiosa también la galería comercial ubicada en los subterráneos del Palacio. Dicen que Diocleciano quiso construir el mayor palacio que nadie podía imaginar, y viendo sus dimensiones, no se quedó corto. Y todo en primera línea de mar.




Como terminamos rápido la visita y Split no nos llamó mucho más la atención, decidimos retomar el viaje y continuar hasta Trogir. El GPS marcaba 30 kms. y 30 minutos de trayecto, pero como es habitual en las carreteras croatas, el tiempo se multiplica. Con paciencia llegamos a este pueblo cuyo principal atractivo es su casco histórico, ubicado en una islita comunicada por puentes con el resto del núcleo urbano. Había leído maravillas de este lugar, pero lo imaginaba menos sobrecargado de turistas. Si tuviera que volver a Croacia intentaría no hacerlo en el mes de agosto.

Aun así iniciamos el recorrido por este pueblo declarado también por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Trogir es el complejo románico-gótico mejor conservado no solo del Adriático sino de toda la Europa central. El centro medieval de la ciudad incluye un castillo con torre bien conservado y toda una serie de palacios de estilos románico, gótico, renacentista y barroco.












La principal construcción es la Iglesia Catedral de San Lorenzo, cuya entrada oeste es una obra maestra, la más destacada del estilo románico-gótico en Croacia. Entramos en el templo y, venciendo el miedo y el vértigo también subimos al torreón del campanario. Se trata de una experiencia única y apta para intrépidos porque las escaleras son realmente estrechas y están al aire. Subimos por turnos porque aunque somos intrépidos, no lo somos tanto como para subir al campanario con un bebé de 14 meses. Por cierto un buen consejo para las féminas: usad siempre pantalones en vuestras excursiones porque nunca se sabe que perspectiva de vuestro cuerpo vais a ofrecer al resto de turistas y, en todo caso, seguid la premisa de que la ropa interior cuanto más discreta mucho mejor. Hacedme caso porque las escaleras del torreón se convirtieron en toda una pasarela íntima.











Ya habíamos alcanzado una hora prudencial para buscar un lugar en el que comer. Nos gustó un restaurante junto al puerto desde donde divisábamos el movimiento de barcos. Amenizados nuevamente por el repertorio de nuestra pequeñaja (hubo comensales que abandonaron inmediatamente el lugar ante la previsión de tener una comida de todo, menos tranquila). Por turnos y poniendo a prueba nuestra paciencia, conseguimos comer y dejar dormida a la terremoto. Ya más tranquilos seguimos recorriendo el pueblo, paseando por el puerto, las murallas, la Fortaleza de Kamerlengo... finalizamos tomando un café frente a la catedral, admirando una de las plazas más bonitas de Trogir. Con las retinas cargadas de bellas imágenes volvemos a nuestro vehículo para cubrir el último trayecto del viaje de hoy.





Tenemos que llegar al hotel de Sibenik antes de las 8 de la tarde, pero lejos de ir apurados, vamos con suficiente tiempo para tener un viaje tranquilo. Nos faltan 56 kms. para culminar el recorrido del día, pero se convierten en muchos más ya que el GPS no tiene los mapas actualizados y nos manda por unas carreteras solitarias y perdidas. Tardamos una hora y media, más o menos en llegar a Lozovac, un pueblecito cerca de Sibenik y a pocos kms. de la entrada al Parque Nacional Krka.

Allí nos estaba esperando la casera del alojamiento llamado “Krka Rooms”. Nos da las llaves de nuestro estudio. Es amplio, limpio, con suelo de tarima flotante, cocina y espacio para al menos 5 personas, y todo por 50 € la noche. La verdad es que exceptuando Tucepi, el resto de alojamientos estaban siendo fabulosos. Nos refrescamos los tres con una ducha y decidimos ir a Sibenik, ubicado a pocos kms. de distancia de nuestra base. Había oído que merecía la pena visitar sobre todo la catedral. Se nos hizo de noche buscando desesperadamente aparcamiento, misión casi imposible en muchas ciudades croatas. Finalmente y después de descartar un parking tétrico y fantasmagórico encontramos un área de estacionamiento a pocos metros del centro.



Nos dispusimos a recorrer el casco antiguo en busca de la catedral. Pero no pudimos satisfacer nuestro deseo de fotografiar la fachada de la catedral porque, casualidades de la vida, se estaba celebrando un concierto de música dálmata por todo lo alto, con retransmisión televisiva incluida. Con tanto despliegue fue imposible acercarnos hasta la entrada principal del templo, así que nos conformamos con un lateral.





Ahora tocaba cenar y tras tantear varios sitios acabamos cenando en la terraza de un restaurante a escasos metros de la Catedral. Junto a nosotros había una pareja a la que temíamos fastidiar la tranquila cena con los llantos de la peque. Finalmente resultó ser una pareja de españoles, concretamente de alicantinos, Oscar y Elena, con la que acabamos compartiendo una agradable tertulia que se prolongó casi hasta la 1 de la mañana. Intercambiamos impresiones de este viaje y de otros realizados por ambas partes. La verdad es que fue una noche agradable gracias también a la tregua que nos dió la niña que se quedó frita casi al principio de la cena. Un respiro para sus papis, agotados ya de todo el día en activo.

Cansados, pero satisfechos de haber cubierto esta etapa que amenazaba con ser intensa nos fuimos a la cama, a nuestro estudio, a escasos kms. del parque Krka, próxima para de nuestra ruta croata.



Comentarios

  1. Me ha encantado como describes vuestro vieje sencillo, ameno, y unas fotografisa preciosa.Luli

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