SOL Y PLAYA EN PODGORA (CAP. VII)
Pues sí, es 18 de agosto, y esta vez son las 8 y poco cuando suena el despertador matinal, ese que a pesar de todo, siempre nos hace levantarnos con una sonrisa. Hoy parece que vamos a tener un día tranquilo. No tenemos planes concretos, solo disfrutar del mar, del sol y de un pequeño paréntesis en nuestra ruta por Croacia. Estamos en Tucepi, pero como queremos seguir investigando un poco la zona, optamos por pasar la mañana en la playa de otro pueblo próximo: Podgora.
Se encuentra a apenas 4-5 Kms. de nuestra base, así que con el bañador puesto, las zapatillas de baño y la toalla en la mano, nos disponemos a pasar una mañana playera. Podgora es muy parecido a Tucepi, tiene el mismo esquema urbanístico: puerto deportivo, paseo marítimo y algunas casas sobre la colina. Estos pueblos de la Riviera de Makarska son similares, pero igualmente bonitos, al estar situados todos ellos a los pies del Monte Biokovo.
Por cierto que al bajar del coche en Podgora nos hemos dado cuenta de que la suerte de la noche anterior al aparcar en Makarska, no fue suerte, sino un poco de cara dura, que ha tenido como resultado una fantástica multa de la que apenas entendemos nada. Así que volvemos a ser intrépidos y nos hacemos los “suecos”.
Para desayunar compramos un enorme bizcocho en un supermercado “Studena”, una cadena que nos acompaña durante todo el viaje. Mirando los barquitos del puerto llenamos el estómago antes de darnos nuestro nuevo chapuzón en el Adriático. Las calas están muy llenas de gente, algo, por otro lado, habitual en estas fechas del año en cualquier playa del mundo. Nos hacemos un hueco y nos lanzamos a refrescarnos con la peque. Estos momentos son sus preferidos, nos ha salido un poco pececillo la niña. El agua por las mañana está mucho más tranquila que por las tardes. Casi sin olas, el mar es como una piscina gigante para nuestra sirenita.
Ya arrugaditos nos pusimos a caminar un buen rato por el paseo, sobre todo para controlar que no pasábamos de la hora que habíamos pagado en el parking (no queríamos repetir multa). Tras revisar varias cartas de restaurantes, nos sentamos en uno cuyo menú nos pareció muy atractivo: pizza + cerveza = 30 Kunas, es decir, poco más de 4 €. La verdad es que pintaba bastante bien, y sabía mucho mejor. En Croacia los que no estamos habituados a beber mucha cerveza tenemos que tener cuidado porque lo normal es que te sirvan ½ litro.
Hemos tenido que despertar a la nena para que almorzara con la esperanza de que al volver al hotel nos diera una tregua y durmiera una siesta. Pero al final quedó en eso, en esperanza. El planning vespertino era pasar la tarde en alguna calita pequeña y luego cenar en la terraza de nuestro hotel, esa de las vistas impresionantes... al palmeral. A eso de las 6 de la tarde, la mejor hora, a mi juicio, para ir a la playa, si lo que quieres es huir de las aglomeraciones, nos plantamos en una cala a medio camino entre Tucepi y Podgora. Aparcamos el coche al borde de la carretera y bajamos por unas escaleras. El entorno era espectacular, aunque había que tener cuidado de donde poner los ojos, porque, Croacia tiene fama de ser uno de los países con mayor porcentaje de playas nudistas, y aunque esta, en concreto, no era oficialmente tal, sí que es frecuentada por naturistas. Así que nos mezclamos discretamente entre nudistas y “bañadoristas” para pasar una agradable tarde sumergiéndonos en el mar, en esta ocasión, con más oleaje de lo normal. Una vez refrescados y cansados del agua, decidimos marcharnos. Dejando el pudor a un lado, me cambié de bikini directamente en la playa y nos marchamos a comprar algo de comer a Tucepi.
Uno de los grandes problemas de la costa es el tema del aparcamiento, es toda una aventura encontrar sitio. Hoy hay como una especie de festival de la sardina en Tucepi. El puerto está lleno de puestecillos que venden sardinas asadas y cerveza, y que ocupan toda la calle. Así que nos vemos obligados a buscar aparcamiento “antirreglamentario” fuera del centro. Finalmente encontramos un descampado en la puerta del cementerio, un lugar tétrico, pero muy efectivo, ya que nos deja a pocos metros del paseo marítimo. De camino al supermercado, encontramos un restaurante encantador, desde donde casi te puedes mojar los pies en el mar mientras cenas. Decidimos que nuestra última noche en este pueblecito, cenaríamos aquí. Hacemos la correspondiente compra para comer esta noche (pan, empanada de queso, paté, ensaladas de atún y poco más)
En nuestra terracita preparamos el picnic, y aunque para ver el mar hay que hacer malabarismos, el ambiente es igualmente agradable y la temperatura nos permite cenar muy a gusto (ya con el terremoto roncando a pierna suelta). Nos acostamos temprano porque mañana nos espera un día intenso que nos provoca cierto nerviosismo. Mañana surcaremos los mares cual piratas, esperemos que nuestros planes no naufraguen y que nuestra grumete se porte como una buena marinera. Ese será nuestro próximo capítulo.
Se encuentra a apenas 4-5 Kms. de nuestra base, así que con el bañador puesto, las zapatillas de baño y la toalla en la mano, nos disponemos a pasar una mañana playera. Podgora es muy parecido a Tucepi, tiene el mismo esquema urbanístico: puerto deportivo, paseo marítimo y algunas casas sobre la colina. Estos pueblos de la Riviera de Makarska son similares, pero igualmente bonitos, al estar situados todos ellos a los pies del Monte Biokovo.
Por cierto que al bajar del coche en Podgora nos hemos dado cuenta de que la suerte de la noche anterior al aparcar en Makarska, no fue suerte, sino un poco de cara dura, que ha tenido como resultado una fantástica multa de la que apenas entendemos nada. Así que volvemos a ser intrépidos y nos hacemos los “suecos”.
Para desayunar compramos un enorme bizcocho en un supermercado “Studena”, una cadena que nos acompaña durante todo el viaje. Mirando los barquitos del puerto llenamos el estómago antes de darnos nuestro nuevo chapuzón en el Adriático. Las calas están muy llenas de gente, algo, por otro lado, habitual en estas fechas del año en cualquier playa del mundo. Nos hacemos un hueco y nos lanzamos a refrescarnos con la peque. Estos momentos son sus preferidos, nos ha salido un poco pececillo la niña. El agua por las mañana está mucho más tranquila que por las tardes. Casi sin olas, el mar es como una piscina gigante para nuestra sirenita.
Ya arrugaditos nos pusimos a caminar un buen rato por el paseo, sobre todo para controlar que no pasábamos de la hora que habíamos pagado en el parking (no queríamos repetir multa). Tras revisar varias cartas de restaurantes, nos sentamos en uno cuyo menú nos pareció muy atractivo: pizza + cerveza = 30 Kunas, es decir, poco más de 4 €. La verdad es que pintaba bastante bien, y sabía mucho mejor. En Croacia los que no estamos habituados a beber mucha cerveza tenemos que tener cuidado porque lo normal es que te sirvan ½ litro.
Hemos tenido que despertar a la nena para que almorzara con la esperanza de que al volver al hotel nos diera una tregua y durmiera una siesta. Pero al final quedó en eso, en esperanza. El planning vespertino era pasar la tarde en alguna calita pequeña y luego cenar en la terraza de nuestro hotel, esa de las vistas impresionantes... al palmeral. A eso de las 6 de la tarde, la mejor hora, a mi juicio, para ir a la playa, si lo que quieres es huir de las aglomeraciones, nos plantamos en una cala a medio camino entre Tucepi y Podgora. Aparcamos el coche al borde de la carretera y bajamos por unas escaleras. El entorno era espectacular, aunque había que tener cuidado de donde poner los ojos, porque, Croacia tiene fama de ser uno de los países con mayor porcentaje de playas nudistas, y aunque esta, en concreto, no era oficialmente tal, sí que es frecuentada por naturistas. Así que nos mezclamos discretamente entre nudistas y “bañadoristas” para pasar una agradable tarde sumergiéndonos en el mar, en esta ocasión, con más oleaje de lo normal. Una vez refrescados y cansados del agua, decidimos marcharnos. Dejando el pudor a un lado, me cambié de bikini directamente en la playa y nos marchamos a comprar algo de comer a Tucepi.
Uno de los grandes problemas de la costa es el tema del aparcamiento, es toda una aventura encontrar sitio. Hoy hay como una especie de festival de la sardina en Tucepi. El puerto está lleno de puestecillos que venden sardinas asadas y cerveza, y que ocupan toda la calle. Así que nos vemos obligados a buscar aparcamiento “antirreglamentario” fuera del centro. Finalmente encontramos un descampado en la puerta del cementerio, un lugar tétrico, pero muy efectivo, ya que nos deja a pocos metros del paseo marítimo. De camino al supermercado, encontramos un restaurante encantador, desde donde casi te puedes mojar los pies en el mar mientras cenas. Decidimos que nuestra última noche en este pueblecito, cenaríamos aquí. Hacemos la correspondiente compra para comer esta noche (pan, empanada de queso, paté, ensaladas de atún y poco más)
En nuestra terracita preparamos el picnic, y aunque para ver el mar hay que hacer malabarismos, el ambiente es igualmente agradable y la temperatura nos permite cenar muy a gusto (ya con el terremoto roncando a pierna suelta). Nos acostamos temprano porque mañana nos espera un día intenso que nos provoca cierto nerviosismo. Mañana surcaremos los mares cual piratas, esperemos que nuestros planes no naufraguen y que nuestra grumete se porte como una buena marinera. Ese será nuestro próximo capítulo.
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